Marta Aldana es madre de dos alumnas de 9 y 11 años del Colegio Parque. Hace cinco años ella y su marido, Fernando, tomaron una de las decisiones más valientes y generosas que una familia puede tomar: convertirse en familia de acogida. Desde entonces, su hogar ha sido el primer refugio para ocho niños que necesitaban cuidados, estabilidad y una oportunidad. Marta, abogada de profesión, decidió aparcar su carrera para entregarse de lleno a esta labor tan comprometida como necesaria.

Su ejemplo, generoso y valiente la convierte en la primera protagonista del proyecto Embajadores Educare, 8 valores para la vida. Con ella, inauguramos una serie de ocho historias reales que dan sentido a nuestro compromiso con la educación en valores. Marta encarna la solidaridad con hechos, y su testimonio es una invitación a mirar más allá de uno mismo.

¿Cómo empezó vuestra labor como padres de acogida? ¿Qué os llevó a dar ese paso?

Todo empezó cuando diagnosticaron a nuestra hija Gracia, la pequeña de las dos, de cáncer. Ella tenía solo un año y medio. Su enfermedad nos obligó a pasar mucho tiempo separados, uno en el hospital con Gracia y otro en casa con Marta. En esos momentos nuestro mayor deseo era que cada ciclo terminase para poder estar los cuatro juntos en familia. A partir de la recuperación de Gracia, el acogimiento de urgencia se cruzó en nuestras vidas, y fue entonces cuando nos dimos cuenta que nada podía ser mejor que darle a estos niños una familia que les cuidase el tiempo que lo necesitaran.

¿Cómo vivisteis vuestra primera acogida, cuáles son vuestros recuerdos?

Nos dieron la idoneidad a finales de junio, y a principios de julio ya nos llamaron para decirnos que había nacido un niño y que nos necesitaba. Llegó con 11 días y estuvo en nuestra casa 18 meses. Cuando apareció, nos sentimos como si volviésemos del hospital con una de nuestras hijas, porque desde el primer momento formó parte de nuestra familia y se convirtió en un hijo más. Le criamos como a ellas, y para nuestras hijas fue su primer hermano de acogida. Cuando le vemos, él no se acuerda, pero para nosotros significa revivir esos meses de una forma especial.

¿Cuántos niños han pasado ya por vuestra familia y en qué momento estáis ahora?

Desde que empezamos en 2020 han pasado por casa 8 niños, unos más tiempo que otros. Yo siempre digo que tengo dos hijas biológicas y 8 hijos de corazón, porque cada niño que llega a casa es un hijo más.

Ahora tenemos un pequeñín que nació hace unos días, y vamos a cuidarle con la misma ilusión de siempre, con muchos mimos y mucho cariño.

¿Qué aprendizajes personales os aporta esta experiencia?

Valorar realmente el tiempo que pasamos en familia y no juzgar a los demás. Hay familias que quieren cuidar a sus hijos y no pueden por diferentes motivos. Nosotros nos ponemos en su situación cuando les damos el biberón, cuando les bañamos, o cuando les paseamos, ya que ellos no pueden disfrutar de esos momentos. Ahí es cuando nos damos cuenta realmente de lo afortunados que somos.

¿Cuáles son los mayores retos y también las mayores recompensas de abrir vuestro hogar a un niño o niña que lo necesita?

¡Muchas noches en vela e infinitos pañales que cambiar! Con cada niño que viene a casa volvemos a empezar de cero y aprendemos nuevas vivencias, porque cada niño trae su propia mochila. Familias que no pueden hacerse cargo de sus hijos, madres que los abandonan, familias a las que se los retiran por negligencias…

Al principio se lo adornábamos a las niñas porque eran pequeñas, pero ahora les intentamos explicar cada caso en particular, para que valoren ellas mismas todo lo que les rodea y entiendan este mundo.


¿Cómo vive tu familia, y en concreto tus dos hijas, este proceso de acogida? ¿Qué valores crees que se refuerzan en casa gracias a esta experiencia?

Nuestras hijas están felices con cada niño que viene a casa, para ellas es un nuevo hermano o hermana de por vida, y así lo expresan ellas mismas cuando les preguntan por los niños. Marta y Gracia saben que son muy afortunadas por todo lo que tienen, pero esto les está haciendo crecer como personas entregadas a los demás, que valoran todo lo que les rodea.

¿Hay alguna historia o momento que os haya marcado especialmente?

Hay muchos momentos que han marcado nuestro proyecto familiar de acogida, pero el que creo que tenemos todos más grabado fue la salida de nuestro primer niño, que estuvo casi año y medio en casa y se marchó llamándome mamá. Además de ser el primero, ha sido el que más tiempo ha estado con nosotros. Una vez que se fue, decidimos entre todos que queríamos seguir dándole la misma oportunidad a otros niños.  En gran medida, podemos decir que seguimos haciendo esto gracias a la enseñanza que nos ofreció un pequeño de 18 meses.

La solidaridad como valor educativo

Desde vuestra experiencia, ¿cómo definirías la solidaridad?

El darnos a los demás sin esperar nada a cambio.

¿Por qué crees que es un valor esencial para educar a nuestros hijos e hijas hoy?

Porque en un mundo cada vez más individualista, hay que saber que no estamos solos, y que nos necesitamos los unos a los otros.

¿Cómo crees que los colegios pueden fomentar la solidaridad entre los alumnos y las familias?

Haciendo ver a los niños que hay muchas personas que nos necesitan, involucrándoles a ellos y a sus familias en las distintas causas solidarias que el colegio lleva a cabo: la colaboración con el banco de alimentos, las meriendas solidarias que hacemos los viernes para ayudar a los más necesitados, acompañar a los mayores en la residencia…

¿Qué mensaje te gustaría transmitir a otras familias sobre la importancia de implicarse en causas sociales o solidarias?

Predicar con el ejemplo. Somos el espejo de nuestros hijos y si nos ven haciendo cosas bonitas por los demás, lo harán ellos también.

Embajadores Educare: 8 valores para la vida

¿Qué ha significado para ti que el colegio os haya elegido como Embajadores Educare del valor Solidaridad?

¡Un honor! Para nosotros es nuestro día a día, pero sabemos que causa curiosidad el que cada cierto tiempo tengamos un bebé diferente. Con tantas personas buenas que hay en el colegio, que os hayáis fijado en nosotros es un orgullo, además de dar a conocer el tan desconocido y necesario acogimiento familiar en cualquiera de sus modalidades.

¿Qué os gustaría que tus hijos (y los alumnos del colegio) aprendieran de vuestro ejemplo?

Que supieran valorar no solo el tener una casa, comida, ropa, juguetes… sino el tener una familia que les quiere y que les cuida. Unos padres que luchan por ti, hermanos con los que compartir toda la vida, abuelos que se preocupan por ellos…

¿Qué sueño o deseo tienes para el futuro en relación con tu labor social y con la comunidad educativa que te rodea?

Dar visibilidad a este proyecto tan bonito que nosotros vivimos, que la gente no tenga miedo a abrir su casa a estos niños por miedo a pasarlo mal cuando se van. Esto es algo que, por supuesto, ocurre, pero valen mucho más los meses que les damos cariño, familia, crianza… Un tiempo muy especial que ellos te devuelven con su primera sonrisa, con salir adelante cada día y con dejarnos verlos crecer en sus nuevas familias, una vez se van de nuestro hogar.